jueves, 24 de julio de 2008

Los Mejores Vinos Viejos...Anoten...

Sigamos deleitandonos con las descripciones de este suertudo que se bebio y degusto lo mejor de lo mejor...

¨Habíamos estado discutiendo algunas añadas recientes bastante polémicas, con botellas mostrando bastante oxidación (1997), y un reciente artículo y una cata vertical de Tom Stevenson en 'The World of Fine Wine' en donde mostraba sus dudas sobre algunas añadas, y atacaba especialmente las añadas en las que se había utilizado uva con botrytis o en las que el estilo se desviaba de esa personalidad cristalina de acidez punzante y delineación de láser que caracteriza las mejores añadas de este gran vino.

En fin... que el Riesling Clos St Hune 1983 de Trimbach no mostraba ningún problema, al contrario, era una de esas añadas clásicas de las que les hablamos, que a los 25 años de la vendimia todavía muestra cítricos (lima y pomelo).

El Château Haut Brion Blanc siempre ha tenido fama de ser uno de los mejores blancos de Burdeos. Es también relativamente escaso, y todavía menos frecuente cuando está ya maduro. Por eso la expectación ante una botella de 1983 era bastante alta. El color es dorado, y la intensidad en la nariz increíble. ‘Increíble’ fue la palabra de la noche; la hemos contabilizado hasta diecisiete veces en nuestras notas. Nadie recuerda muy bien la composición, suponemos que más semillon que sauvignon, pero poco importa, ya que la nariz lo dice claramente: es un vino hecho con piedras… Tampoco hablamos de si la añada fue mejor o peor. Tampoco importa… Es un vino completamente mineral, con notas de membrillo, un ligero toque de petróleo que le hermana con el St Hune, recuerdos amielados que se van convirtiendo en hierbas secas, algo balsámico, y una vainilla muy sutil. Además chocolate blanco... ¿Complejidad? A raudales… Alguien comenta que el Haut Brion Blanc es perfecto a los 25 años de edad. Y le creemos. Sorpresa borgoñona El dúo de blancos iniciales había empezado fuerte, así que la siguiente botella lo tenía algo difícil. Nadie tenía grandes expectativas, excepto el que la había traído, suponemos… Se trataba de un Meursault Perrières 1966 de Robert Ampeau . Sí, la viña es la mejor de Meursault (casi todos admiten que debería ser un Grand Cru…), pero la botella ya es muy antigua, y el productor nos suena de nombre, pero no mucho más... El color es dorado, pero no más profundo que el de los dos anteriores. La nariz increíblemente (¡de nuevo!) joven. “¡Está más fresco que la mayoría de los 96!”, exclama alguien. Notas balsámicas –de nuevo nos acordamos de Ramonet- notas de yodo y de frutos secos, con una acidez un tanto cítrica, cremoso en la boca y larguísimo. Ha volatilizado las expectativas de todo el mundo, incluso de quien generosamente había aportado la botella... Comenzamos a hablar del productor, ya que ha despertado la atención de todos... Parece ser un productor muy tradicional, que guarda los vinos y no los vende hasta que considera que están listos para beber, que produce aproximadamente un 60% de tintos que alguien define como ‘algo rústicos’ y que obliga a la gente a comprar los vinos que él quiere, tintos y blancos, añadas buenas y no tan buenas, y que por eso no es muy popular comercialmente. Al llegar a casa leemos todas las referencias que encontramos, y efectivamente la mayoría lo valora muy bien, como un productor de lo más tradicional, y casi todos mencionan las particularidades de su comercialización. Desde luego es un nombre a tener en el radar, el auténtico descubrimiento de la noche. Ha llegado el momento de pasar a los tintos, y lo hacemos con un californiano, el auténtico Grand Cru de California en nuestro libro, un Ridge Monte Bello 1973 . Muy intenso en la nariz, dulce pero con una nota de verdor (¿cabernet y barrica americana?), ninguna de las dos notas en tono peyorativo. Realmente es muy bordelés, notas de ladrillo, cuero, algo de animal, frutas de bosque, incluso un toquecito de acidez volátil que lo levanta y le da complejidad. ¿Californiano? Bueno, tal vez un poco mentolado, pero nada más. Un soberbio ejemplar (por no decir increíble). Al cabo de dos horas esta todavía mejor, se ha conjuntado mucho más, y nos bebemos hasta los posos. De éste y de los que vienen a continuación… Un Château La Tour-Haut-Brion 1966 (una propiedad comprada en 1983 por Domaines Dillon, es decir, por Château Haut-Brion, y producida desde entonces como un tercer vino junto a La Mission y al propio HB), tiene bastante similitud con el Monte Bello. Tal vez un poco más vegetal y más sabroso en la boca, con un retrogusto casi salino. Como el Monte Bello pero una octava más agudo… Sigue un Vega Sicilia Único 1968 , una de las añadas míticas de esta casa del Duero, de hecho los 60 son nuestro decenio preferido (curiosamente todas las añadas pares, 62, 64, 66, 68 y 70). Muy cubierto de color, muy cremoso, todavía con fruta, pero muy cambiante. Había momentos que se mostraba bastante raro, con una tendencia muy oxidativa, y al rato estaba otra vez en forma, iba y venía, cambiaba por momentos. “Muy Vega”, decía alguno. “Si lo tuviera que puntuar le daría entre un 85 y un 95”, afirmaba otro, a lo que la mayoría asentimos. Por alguna razón apareció en este momento un decantador que contenía un Viña Tondonia Blanco 1964 . “Es un vino que necesita horas de aireación”, asegura el que ha estado encargado de descorcharlo, decantarlo e ir siguiéndolo para ver si se podía servir. “Todavía le falta aire, pero creo que lo podemos probar”. 64 fue una gran añada en López de Heredia, con magníficos Tondonia y Bosconia tintos, y por supuesto este Tondonia blanco. Enormemente complejo, notas de ‘lemongrass’, frutos secos, cera de abeja y tarta de limón. Fresco y nada oxidado. Los Tondonia blancos son los más grandes vinos blancos de España. Sin considerar jereces, claro… Al Tondonia le siguió un Bosconia Gran Reserva Tinto 1954 . Inicialmente parece un vosne-romanée, con tantísimo especiado, y las frutas rojas del bosque. Una nota dulce sin ser pesada lo sitúa un poco más al sur de la Côte d’Or. ‘Confitura de fresas del bosque’ termina siendo la definición de consenso. Es increíblemente joven. Discutimos como los Bosconia son los borgoñones, aromáticos y explosivos, frente a los Tondonia mucho más bordeleses, serios y potentes. Back to Bordeaux El programa se cerraba con un par de Burdeos maduros. El primero, un Vieux Château Certan 1950 . Parker lo menciona como el más grande de los vinos de Burdeos totalmente desconocido. Obviamente alguien lo conocía, y había comprado esta botella, con la etiqueta totalmente destrozada hace ya muchos años, y lo había guardado pacientemente, perfectamente consciente del tesoro que había bajo el corcho. Se trata de un Pomerol un tanto atípico, ya que tiene un porcentaje bastante alto de cabernet, así que según alguien lo definió, ‘tiene lo mejor de la orilla izquierda y la derecha’. Fruta dulce, amplio, tanino fino pero pulido, uno de los mejores Burdeos que hayamos probado jamás. La boca es de lo más impresionante; cereza con especias. Una delicia. Terminamos con un Château Calon Ségur 1945 , que había sido decantado con antelación, pues alguien conocía bien el vino y sabía de su carácter reductivo. En aquella época era bastante común vender el vino en barrica y que posteriormente el comprador lo embotellara. Así que de un mismo Château existen diferentes versiones. Este vino había sido vendido por Calvet, uno de los más conocidos ‘négociants’ de Burdeos, y embotellado por una firma en Copenhague. Efectivamente, a pesar de horas de decantación tiene un pequeño tufo de reducción. En la boca está mucho más abierto, y tiene un montón de acidez que le da frescor. La nariz va cambiando, y al darle vueltas en la copa se va limpiando, volviendo a tomar su carácter reductivo al parar. El núcleo de tanino y acidez esta arropado por una elegante nota floral. ¿Cómo lo podríamos describir? ¿Increíble? Había programados unos rieslings dulces para el final, pero estábamos todos tan ensimismados por la increíble (¡!) colección de botellas que ninguno se acordó ni los echó en falta. Continuamos siguiendo la evolución de los vinos en la copa –blancos incluidos- durante horas, y apurando hasta la ultimísima gota de todos y cada uno. Es muy difícil juntar tantas botellas viejas de productores y añadas como éstas. Pero muchísimo más difícil es que toda las botellas sean magníficas, que ningún vino está pasado, oxidado o maderizado. Que no haya ningún problema con ningún corcho. Que todas las botellas sean increíbles... Y ¿quieren que les digamos la verdad? Pues la verdad es que con vinos así volvemos a recuperar la fe en Burdeos...

No hay comentarios: